
Magritte y los objetos perturbadores y mágicos de su pintura.
René Magritte (1898-1967) aterriza en Madrid en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza que presenta la primera retrospectiva dedicada al artista belga, uno de los máximos representantes del surrealismo, desde la celebrada en 1989 en la Fundación Juan March.
La exposición titulada La máquina Magritte, se fundamenta en destacar el componente repetitivo y combinatorio en la obra del pintor, de una serie de objetos/recursos que vuelven una y otra vez en sus obras, con innumerables variaciones. Su desbordante ingenio dio lugar a un sinfín de composiciones audaces y de imágenes provocativas, capaces de alterar nuestra percepción, cuestionar nuestra realidad preconcebida y suscitar la reflexión.
“Mis cuadros son pensamientos visibles”
René Magritte

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Cuando la pintura se limita a reproducir la realidad, el cuadro desaparece y solo reaparece cuando el pintor saca las cosas de quicio: la pintura solo se hace visible mediante la paradoja, lo inesperado, lo increíble y lo singular.
Para lograr este objetivo, el artista utiliza los recursos clásicos de la Metapintura, es decir, la representación del cuadro dentro del cuadro, la ventana, el espejo, la figura de espaldas….convirtiendo cada uno de sus cuadros en una trampa.
En 1950, René Magritte firmó junto a algunos amigos surrealistas belgas el catálogo de productos de una supuesta sociedad cooperativa, La Manufacture de Poésie, que incluía artefactos destinados a automatizar el pensamiento o la creación. Entre ellos destaca una “máquina universal para hacer cuadros”, cuya descripción prometía “un manejo muy simple, al alcance de todos,” para “componer un número prácticamente ilimitado de cuadros pensantes.”
Pero el aparato descrito por los surrealistas belgas está dedicado a generar imágenes conscientes de sí mismas, es decir, una máquina que produce cuadros pensantes y pinturas que reflexionan sobre la propia pintura.
“Desde mi primera exposición, en 1926, he pintado un millar de cuadros, pero no he concebido más que un centenar de esas imágenes de las que hablamos. Este millar de cuadros es el resultado de que he pintado con frecuencia variantes de mis imágenes: es mi manera de precisar mejor el misterio, de poseerlo mejor”
René magritte
Paul Nougé, poeta belga, instigador y teórico del surrealismo en Bélgica, fue la figura más influyente en los orígenes de Magritte. En 1935 escribió un texto en titulado “Machine poétique”.
La “máquina” de Nougé consistía en el siguiente procedimiento: se dispone sobre una mesa una hoja de papel en blanco y una caja que contiene treinta y dos objetos. Se retira un objeto de la caja y se lo coloca sobre la hoja de papel. Se lo interroga sin idea ni sentimientos preconcebidos mediante un examen visual atento, una prueba táctil e incluso una prueba olfativa. Este método básico se puede complicar extrayendo de la caja varios objetos a la vez.
El 20 de noviembre de 1938, Magritte pronunció en Amberes una conferencia titulada “La Ligne de vie”, que constituye el manifiesto de su poética. En aquel texto, Magritte cita a Nougé y se acoge expresamente a su teoría de los “objetos perturbadores”.

Magritte relata una experiencia crucial que fue su punto de partida: una noche se despertó en una habitación donde había una jaula con un pájaro y un “magnífico error” le hizo ver “el pájaro desaparecido y reemplazado por un huevo”.
A partir de aquella visión decidió investigar si este tipo de revelación poética podía darse para otros objetos y a continuación, Magritte procede a la enumeración de trece objetos que serán los objetos perturbadores de su pintura: la puerta, el fuego, la ventana, el árbol, la casa, el mar, la luz, la montaña, la mujer, el zapato, el miembro viril, la lluvia y el caballo. Para cada uno de ellos cita al menos un cuadro en el que ha planteado una solución.
El procedimiento de Magritte en “La Ligne de vie” recuerda el de la máquina poética de Nougé. En ambos casos se trata de un interrogatorio que implica al artista y los objetos.
Magritte definía su pintura como un arte de pensar, una reflexión sobre la pintura misma, que aborda con la paradoja como herramienta fundamental. Lo que se nos revela en el cuadro, por contraste o por contradicción, no solo es el objeto, sino también su representación, el cuadro mismo, o lo que es lo mismo la Metapintura.
De esta manera, Magritte escogió una serie de recursos metapictóricos que combinará y repetirá a lo largo de su trayectoria artística.

El primero de ellos serán sus Autorretratos utilizados, no como una expresión autobiográfica, si no más bien, como una exploración de la figura del artista.
Me ha sucedido (tres veces) representarme en un cuadro, pero había de partida la idea de un cuadro y no de un retrato. Yo puedo (o más bien, he podido) pintar algunos retratos partiendo de la idea de un retrato pero, si se trata de mí, de mi apariencia visual, eso plantea un problema que no estoy seguro de poder resolver”.
magritte
Al comienzo de su conferencia “La Ligne de vie”, Magritte relata su primer contacto con la pintura siendo niño. Solía ir al cementerio del pueblo a jugar con un niña amiga suya y entraban en los panteones y criptas.
Un día, al salir de las tumbas, se encontraron a un pintor que pintaba en una avenida del cementerio, y Magritte concluye:
“El arte de pintar me parecía entonces vagamente mágico, y el pintor, dotado de poderes superiores.. Subiendo a la luz, me encontré un día, en medio de las columnas de piedra rotas sobre las hojas muertas, a un artista pintor, venido de la capital, que me parecía ejecutar una acción mágica. Cuando yo mismo comencé a pintar, hacia 1915, el recuerdo de este encuentro encantado con la pintura orientaba mis ensayos en un sentido poco conforme al sentido común”
Magritte
Los autorretratos de Magritte exploran las posibilidades del artista como si de un mago se tratara. El 2 de julio de 1963 escribió una carta a su amigo Harry Torczyner, que le había pedido que pintara un autorretrato. Magritte le explica que el asunto le plantea un caso de conciencia y que preferiría no hacerlo.
Pero, finalmente, accede a la petición, o eso parece, y en agosto de 1964 envía a Torczyner El hijo del hombre.

La obra representa un personaje vestido formalmente bajo un cielo tormentoso, visto de frente pero con una manzana suspendida ante su cara, de forma que sus rasgos quedan ocultos.
Los estudiosos del artista reconocen en la obra de Magritte, cuatro autorretratos: Tentativa de lo imposible (1928), La clarividencia (1936), La Lámpara filosófica (1936) y El Mago (1951).
Ninguno de sus autorretratos ofrece un parecido indiscutible y la identificación del retratado en ellos es solo probable. Magritte no estaba interesado, como otros pintores, en describir su propia fisonomía ni menos aún en contar su vida. Sus autorretratos son pretextos para incluir en el cuadro la figura del artista y el proceso de creación.

mito de Pigmalión, el escultor que logró que Afrodita transformara a la estatua que había creado en una mujer viva, de carne y hueso. En esta obra, Magritte está pintando a una mujer desnuda. Él es real y ella solo un producto de su imaginación, suspendida entre la existencia y la nada.

el pájaro la interpretación subjetiva. Magritte juega con la vieja pregunta de
“¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?”, para plantear las capacidades visionarias de la pintura
y la irrealidad del tiempo.

y la pipa, que se había convertido en el gran
icono de Magritte.

El tiempo que René Magritte vivió en París, entre septiembre de 1927 y julio de 1930, fue la época de otro de sus objetos: las palabras.
Durante aquellos meses de estrecho contacto con el grupo surrealista parisiense pintó más de cuarenta tableaux-mots. Se trata de cuadros en los que las palabras se combinan con imágenes figurativas, con formas semiabstractas o aparecen las palabras solas, encerradas en marcos y siluetas. En las primeras, imagen y palabras rara vez concuerdan entre sí, provocando el desconcierto y la reflexión del espectador.

Antes de Magritte, las palabras habían sido un recurso habitual en pinturas y collages cubistas y futuristas, dadaístas y surrealistas. Braque y Picasso las introdujeron en 1911.
Nuestro artista utiliza sobre todo las palabras aisladas. Solo, excepcionalmente, pasa de la palabra a la frase, pero se trata de enunciados cruciales para comprender su poética.
Lo importante en estas obras, no es el objeto designado, sino la apariencia de contradicción entre lo que muestra la imagen y lo que dice el texto. Las palabras desmienten a la imagen y la imagen desmiente a las palabras, estableciendo una separación entre el objeto y su representación.
En el otoño de 1927, cuando comienza sus cuadros de palabras, Magritte compone cinco hojas de texto y dibujos que serán publicadas en 1929, con el título “Les Mots et les images”.

Desde el punto de vista pictórico, el precedente de ceci nest pas une pipe más claro es la obra de Miró, no solo por el texto sino también por el uso de la caligrafía escolar.

La producción de collages y papiers collés no ocupa un gran espacio en el conjunto de la obra de Magritte, aunque su influencia está por todas partes en su pintura y se considera otro de sus objetos perturbadores.
El primer paso del collage es recortar, lo cual genera una gran parte de las imágenes de Magritte. El artista crea un mundo estratificado donde se compartimentan planos que, en parte, ocultan y en parte revelan otros planos que hay más allá.
Entre los años 1926 y 1931 la influencia del collage se intensifica. Sus cuadros se llenan de planos rasgados y de siluetas que simulan papel recortado. En 1927 empieza a evocar el juego infantil de doblar y recortar papeles para crear mantelitos con motivos geométricos y simétricos multiplicados. El resultado es una especie de celosía, uno de esos elementos tan característicos suyos que ocultan y revelan al mismo tiempo.

Desde su aparición en 1926-1927, la figura de espaldas recorre toda la obra de Magritte y acompaña los misterios más variados.
La figura de espaldas se remonta a la pintura tardomedieval, pero solo adquiere su valor cuando Friedrich la convierte en protagonista de sus paisajes. A finales del XIX, Arnold Böcklin retomó este motivo romántico como expresión de anhelo y melancolía; de él lo heredó Giorgio de Chirico y de éste, a su vez, Magritte.
La figura de espaldas nos muestra el paisaje, nos enseña a contemplarlo, nos introduce en él. Su mirada dirige nuestros ojos hacia el horizonte e impulsa la profundidad perspectiva, pero el cuerpo de la figura nos oculta esa mirada. La figura de espaldas dispara en el espectador la conciencia del acto de mirar. Eleva al cuadrado el hecho de la contemplación. El espectador pasa a admirar, no ya el paisaje, sino la acción de ese espectador incluido dentro del cuadro.

Magritte también utiliza una simetría recurrente por la cual a una figura de espaldas le acompaña otra figura de frente con el rostro tapado. Se trata de dos maneras complementarias de ocultar el rostro. Una forma frecuente de hacerlo es cubriendo con un paño blanco la cabeza y, a veces, la figura entera.
La cabeza cubierta se ha relacionado con la fascinación temprana de Magritte por Fantômas, héroe de una serie de novelas populares enmascarado con una media en la cabeza y cuya identidad nunca se revela, pero también con un suceso de su infancia: el suicidio de su madre arrojándose al agua; al ser rescatado su cuerpo tenía la cabeza cubierta por el camisón.

El cuadro dentro del cuadro es un tema iconográfico heredero de los juegos del trompe l’oeil o trampantojo. En la obra de Magritte acaba convirtiéndose en una trampa y termina desembocando en la desaparición del cuadro.
“Coloqué ante una ventana vista desde el interior de una habitación un cuadro que representaba exactamente la parte del paisaje ocultada por ese cuadro. Así pues, el árbol representado en ese cuadro tapaba el árbol ubicado detrás de él, fuera de la habitación. Para el espectador, el árbol estaba en el cuadro dentro de la habitación y a la vez, por el pensamiento, en el exterior, en el paisaje real. Así es como vemos el mundo; lo vemos fuera de nosotros y, sin embargo, solo tenemos una representación de él en nosotros.”
magritte

Un magnífico ejemplo de esta técnica es Los paseos de Euclides (1955). Magritte crea una serie de marcos animados, uno dentro del otro: el borde de la tela, la ventana, las cortinas. Así se aleja de la realidad varios grados.


En las primeras semanas de 1930, Magritte empezó a trabajar sobre una nueva idea: representar un tema dividiéndolo
en cuatro o cinco telas de pequeño formato, enmarcadas y fijadas en un panel de vidrio.
Primero aplicó este procedimiento al desnudo en La evidencia eterna y luego al paisaje terrestre en Profundidades de la tierra.
Este método de representación continuo/discontinuo tenía ilustres precedentes en los polípticos del siglo xv
“Primero dibujo en la superficie que se ha de pintar un cuadrángulo tan grande como desee y que para mí es una ventana abierta a través de la cual se vela historia”
Magritte
Otro recurso frecuente en nuestro artista es el de la inversión de figura y fondo, convirtiendo los cuerpos sólidos en huecos y agujeros a través de los cuales aparece un paisaje o una zona que se rellena con algo.
Y este algo puede ser aire, agua o vegetación. El contorno pertenece al objeto, no al fondo, y conserva la presencia fantasmagórica del objeto. Este juego de inversión de figura y fondo le servirá para desarrollar su exploración del mimetismo, que protagoniza otro de sus objetos.

“(…) he encontrado una posibilidad nueva que tienen las cosas, la de convertirse gradualmente en otra cosa, un objeto se funde en otro objeto distinto de sí mismo. (…) Por este medio obtengo cuadros en los que la mirada ‘debe pensar’ de una manera completamente distinta de lo habitual (…)”
Magritte


También podéis leer La Belle Société de René Magritte, dos ventanas al exterior.
La obra Descubrimiento (1927) fue el inicio en Magritte del método de la metamorfosis que, más tarde se convertiría en el camino más frecuentado por el pintor. En este cuadro, la metamorfosis mimética parece surgir del cuerpo, pero en otros, el mimetismo procede del exterior, del espacio circundante.

La disolución de un cuerpo en el aire es también otro método utilizado por el artista y anuncian una importante serie que comienza en 1934 con La magia negra, en las que el cuerpo desnudo de la mujer ya no se desvanece, conserva su forma, sus contornos, y solo cambia su color.
El cuerpo se ha vuelto camaleónico, y se encuentra a medio camino entre dos mundos, entre la carne y el aire, entre la tierra y el cielo.
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“En alguno de mis cuadros, el color aparece como un elemento del pensamiento. Por ejemplo, un pensamiento que consiste en un cuerpo de mujer que tiene el mismo color que un cielo azul.”
magritte

Si el mimetismo encarna en la obra del artista la tendencia de un organismo a someterse a su medio y disolverse en él, también podemos observar el efecto contrario, el que tiende a emancipar e independizar un cuerpo u objeto del entorno. Es la Megalomanía, que designa aquí, un cambio de escala mediante el cual el pintor extrae un objeto o cuerpo de su contexto habitual y lo sitúa en un medio extraño.
Para entender este mecanismo hay que volver a un recurso básico de la poética surrealista y en particular de Magritte: el extrañamiento. Volvemos a su famosa conferencia “La Ligne de vie” donde afirma.
“Yo mostraba en mis cuadros unos objetos situados allí donde no se los encuentra jamás. […] Dada mi voluntad de hacer aullar a los objetos más familiares, estos debían ser dispuestos en un nuevo orden y adquirir un sentido perturbador
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La esencia de un objeto se revela cuando lo ponemos en una situación insólita o, mejor aún, en una situación incompatible con su tendencia natural. Este pensamiento resumiría la esencia de la obra total de Magritte.
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“La máquina Magritte”, del 14 septiembre de 2021 al 30 de enero de 2022
MUSEO NACIONAL THYSSEN-BORNEMISZA. Madrid
Todas las imágenes © René Magritte, VEGAP, Madrid, 2021



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