
Yayoi Kusama, de la oscuridad a las habitaciones infinitas.
Desde un espacio de seguridad en el que ha decidido vivir de forma voluntaria, Yayoi Kusama, ha pasado de la oscuridad a convertirse en una de las artistas más apreciadas del mundo del arte. Codiciada en los museos y con obras que alcanzan los precios mas altos del mercado, sus obras te atraparan a través de lunares hipnóticos y habitaciones de espejos infinitos. En 2014, uno de ellas la convirtió en la artista viva más cotizada del mundo al alcanzar la cifra de 7,1 millones de dólares
“El lunar tiene la forma del sol, que es símbolo de la energía del mundo y de nuestra vida, y tiene también la forma de la luna, que es la quietud. Los lunares no pueden estar solos, como sucede con la vida comunicativa de la gente, dos o tres o más lunares llevan al movimiento. Nuestra tierra es sólo un lunar entre los millones de estrellas del cosmos. Los lunares son un camino al infinito. Cuando borramos la naturaleza y nuestros cuerpos con lunares, nos integramos a la unidad de nuestro entorno. Nos volvemos parte de la eternidad.”
Yayoi Kusama
Yayoi Kusama tiene 92 años y ha vivido varias vidas en una. La última de ellas comenzó en 1977 cuando su vulnerabilidad física y psicológica la llevó a internarse voluntariamente en el hospital psiquiátrico que sigue siendo su hogar a día de hoy. Pero su deseo creativo sigue adelante. Cada mañana se encamina al estudio, que está al otro lado de la calle, trabaja con su equipo y al atardecer regresa al hospital.
Artista y escritora japonesa, Yayoi Kusama, fue la precursora de los movimientos del arte pop, minimalismo y arte feminista. Su trayectoria es un relato que fluctúa entre Oriente y Occidente, un relato de diálogo, intercambio y ruptura. Y también un relato con paréntesis, ya que a finales de los setenta, su nombre quedó eclipsado de la historia del arte a pesar de que había llegado a ser más famosa que el propio Andy Warhol en la escena artística neoyorquina.

Yayoi Kusama nació en 1929 en Matsumoto. Su familia era considerada adinerada ya que poseía grandes extensiones de viveros y cultivos de grano en el Japón rural. Sus alucinaciones comenzaron en la niñez, cuando un día, como tantos otros, acudía con su bloc de dibujo a los campos de cultivo y unas violetas comenzaron a hablarla.
“Pensaba que solo los humanos podían hablar, así que me sorprendió que las violetas estuvieran usando palabras. Estaba tan aterrorizada que las piernas empezaron a temblarme”
documental de Heather Lenz, Kusama: Infinito.
Su infancia transcurrió entre alucinaciones, ataques de pánico y una agobiante madre que la mandaba a espiar a su mujeriego padre y sus amantes.
“Mis padres eran un verdadero dolor de cabeza. No podía soportarlo. Fueron muy conservadores. Mi familia había dirigido el negocio durante 100 años. Mis padres tenían viejas costumbres y costumbres “.
Yayoi Kusama
Yayoi Kusama realizaba bocetos a lápiz con puntos y motivos en forma de red, con tan solo 10 años, momento en los que se tomó esta fotografía. Su obra más antigua conocida es un retrato de su madre a la que incorporó y llenó de lunares o polka dot.

“Los puntos son sólidos e infinitos. Son una forma de vida. Sol, luna, estrellas. Los puntos no pueden existir por sí mismos, solo pueden existir cuando se reúnen unos con otros. Admiro completamente su infinitud y estoy profundamente conmovida por la grandiosa presencia del universo, que está lleno de un poder misterioso”.
yayoi kusama

Kusama crecía con el deseo de ser artista. Cuando contaba 13 años se produjo el ataque japonés sobre Pearl Harbor y fue movilizada para trabajar en una fábrica de confección de paracaídas y uniformes militares. Sin embargo, tampoco abandonó su afición artística y cuando tenía un minuto libre pintaba frenéticamente.
En 1948, tras la guerra estudió Nihonga, un estilo formal tradicional de pintura japonesa en la Escuela de Arte y Artesanía de Kyoto. Pero nunca disfrutó verdaderamente porque odiaba la rigidez del sistema de aprendizaje entre maestro (sensei) y discípulo
“Cuando pienso en mi vida en Kyoto”, ella decía, “me dan ganas de vomitar”.
Yayoi Kusama
Hacia1950, Kusama empezó a representar formas naturales en acuarela, gouache y aceite en papel. Cubría grandes superficies de todo tipo, desde paredes a cuerpos desnudos, con lunares, los cuales se convertirían en la marca personal de su trabajo.
Estas composiciones de lunares o “redes infinitas”, como ella las llamaba, salían, directamente, de sus alucinaciones
Mi arte es una expresión de mi vida, en particular de mi enfermedad mental. Yayoi Kusama.
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En esta época era autodidacta a tiempo completo y recibió la influencia del cubismo y surrealismo a través de las revistas que llegaban a Japón. Su obra de arte comenzó a ser conocida y realizó algunas exposiciones. Algún tiempo antes había descubierto un libro de Georgia O’Keeffe en una librería de segunda mano en Matsumoto. Le envió una carta a la artista adjuntando varias de sus trabajos. Para su asombro, que sigue expresando hoy en día, Georgia O’Keeffe la contestó con palabras de aliento.
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En 1958, con 27 años, se trasladó a Nueva York, llevando consigo unos dibujos, kimonos de seda para vender y una recomendación de la pintora Georgia O’Keeffe: “Si vienes, lleva un cuadro siempre bajo el brazo y patea la ciudad”.
Y así lo hizo. Los primeros años en la ciudad le supusieron un momento traumático. Eran momentos difíciles para viajar y más para una mujer soltera y japonesa. Los inviernos en un apartamento sin calefacción eran tan fríos que se quedaba despierta toda la noche pintando. Yayoi definió este primer año como su “infierno viviente”.

Por otro lado, no fue aburrido. Nueva York era, en estos momentos, el terreno de creadores como Willem de Kooning, Mark Rothko y Philip Guston y de artistas pop como Andy Warhol y Roy Lichtenstein. Yayoi Kusama absorbió todo y más, dispuesta a convertirse en una estrella del arte. Y como las estrellas no suelen nacer sino que se hacen, Kusama decidió crear una obra revolucionaria que impactara al mundo del arte neoyorkino.
En respuesta al expresionismo abstracto, realizó los enormes lienzos titulados Infinity Net Paintings (Cuadros
de redes infinitas), cubiertos por pinceladas que parecen repetirse sin descanso, realizadas en un solo color sobre un
fondo contrastado. Las Infinity Net Paintings muestran abiertamente su proceso de creación.

Consiguió exponer y vender algunos de aquellos cuadros a artistas amigos como Frank Stella y Donald Judd, que pagaron por ellos 75 dólares.
Cuando empezaba a disfrutar de cierto reconocimiento, volvió a cambiar de enfoque e inició sus primeras esculturas. Arraigadas en la técnica obsesiva de las Infinity Nets, las llamadas Accumulation Sculptures (Esculturas acumulativas) incluían elementos cotidianos cubiertos por una proliferación de formas repetidas.

Esculturas blandas, objetos cotidianos como sillas, sofás o zapatos en los que cosía multitud de penes y protuberancias fálicas. Trataba así de exorcizar los demonios sexuales que la poseyeron en la infancia. “La obsesión sexual y el miedo al sexo se sientan en mí uno a cada lado”.
La motivación de estas representaciones era el disgusto que sentía por el órgano masculino, que asoció a las aventuras extramaritales de su padre y que su madre le mandaba expiar.
Su primera exposición individual, en la galería de Gertrude Stein fue una instalación en cuyo centro mostraba un bote con remos cargado de falos de peluche pintados de blanco.

A finales de los años 60, el potente movimiento sociocultural y la cultura hippie está en su mayor apogeo. Ella lo abandera creando obras en el sector del happening, las manifestaciones antibelicistas y la moda. También comienza a realizar películas a medio camino entre la cinematografía, el autorretrato y el arte, entre las que destaca Kusama Self-Obliteration (La autodestrucción de Kusama). Este filme obtuvo numerosos premios y supuso un paso de gigante para el reconocimiento artístico a nivel mundial de una artista tan innovadora como interesante.
Organizó en la fuente del Jardín de Esculturas del MoMA una gran orgía con el fin de denunciar y criticar el conservadurismo del mundo del arte y los museos. Sus provocativas performances le trajeron fama y su nombre se transformó en sinónimo de sexo, hasta el punto de que fue registrado por la revista pornográfica ‘Kusama’s Orgy’

Sin embargo, llegados los años setenta el clima cultural y político cambia. El éxito y notoriedad de Yayoi Kusama comienza a decrecer porque muchas personas pensaban que Kusama buscaba simplemente provocar con sus performances por el simple deseo de mantener su fama y su obra dejo de valorarse.
«El respeto que había adquirido en el mundo del arte a finales de los sesenta se perdió con sus actos de protesta y por eso acabó volviendo a Japón en 1973»
Frances Morris, directora de la Tate Modern de Londres.
La muerte de Joseph Cornell, el artista obsesivo y tímido con el tenia una relación especial, fue otro duro golpe. Cada vez más deprimida y angustiada, regresó a Japón donde escribió su primera novela que título como “Adicta al suicidio en Manhattan.”
En 1977 su vulnerabilidad física y psicológica la llevó a internarse voluntariamente en el hospital que sigue siendo su hogar a día de hoy y donde ha desarrollado una carrera literaria en paralelo a su producción artística. Yayoi Kusama se adaptó a unas condiciones de vida más restringidas como paciente y montó un estudio dentro de la institución médica.
Si no fuera por el arte, yo me habría quitado la vida hace mucho tiempo.
Yayoi KusamaTweet
En los años ochenta y noventa, en paralelo a su producción escultórica, siguió experimentando con la pintura a través de obras de varios paneles que sugieren una expansión ilimitada del campo visual. Evocan mundos microscópicos o macroscópicos con patrones abstractos repetidos que recuerdan a las imágenes biológicas o astronómicas.
A finales de los noventa, tras un paréntesis de casi treinta años, Kusama regresa a las instalaciones de gran escala. I’m Here, but Nothing (Estoy aquí, pero nada) es un interior doméstico con accesorios y muebles sencillos y anodinos, sin embargo, esta imagen de estabilidad burguesa se convierte en algo surrealista y extraño. La habitación y todos sus muebles están cubiertos con puntos adhesivos fluorescentes que brillan en la luz tenue.

Una de las obsesiones permanentes de Yayoi Kusama ha sido la representación del espacio infinito. Usó los espejos por primera vez en la instalación Infinity Mirror Room – Phalli’s Field (Habitación de espejo infinito: campo de falos) de 1965, y desde entonces las superficies reflectantes se han convertido en un elemento recurrente de su obra. En la última década ha creado muchos de estos entornos a gran escala en los que los espectadores pueden internarse.

Para uno de sus últimos encargos (2017) para la inauguración de la National Gallery of Victoria Triennial, la artista crea Flower Obsession. Los invitados recibieron gerberas artificiales y pegatinas de flores para colocar en cualquier superficie de su elección. Este tema floral recoge los comienzos de su creación artística de la artista, haciendo referencia a un recuerdo de su primera infancia.

“Un día, después de mirar un patrón de flores rojas en el mantel, miré hacia arriba y vi que el techo, las ventanas y las columnas parecían estar enlucidas con el mismo patrón floral rojo”, explica Kusama en un comunicado de prensa para la trienal. “Vi toda la habitación, todo mi cuerpo y todo el universo cubierto de flores rojas, y en ese instante mi alma se borró … Esto no era una ilusión, sino la realidad misma”.

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