
Invitadas. Un sorprendente viaje por la evolución del machismo en el arte.
La Historia del Arte ha empezado a interiorizar, de unos años a esta parte, las críticas y aspectos puestos sobre la mesa por el movimiento feminista. Uno de los aspectos más importantes ha sido actualizar el debate sobre el papel de las mujeres en el terreno artístico y su visibilidad en los museos. Hasta ahora solo estaban en la categoría de Invitadas, no de protagonistas.
“Invitadas son aquellas personas que no eligen cuándo llegan, dónde se sientan y hasta cuándo pueden estar en un lugar”,
Carlos González Navarro. Comisario exposición “Invitadas”
Su presencia en los museos ha sido limitada, si bien es cierto que en el ultimo años hemos visto ejemplos de exposiciones dedicadas a ellas, en exclusiva. Pero estaremos de acuerdo en que la presencia masculina sigue siendo mayoritaria.
La exposición “Invitadas” que se acaba de inaugurar en El Museo del Prado y que podrá verse hasta marzo de 2021, es una muestra ambiciosa que viaja por el tortuoso camino que ha recorrido la mujer en el sistema del arte español.
Ha llegado la hora de que las artistas vuelvan a los museos y de que nosotros, los visitantes, también lo hagamos y apoyemos nuestro patrimonio cultural en esta época de emergencia sanitaria Covid19.

FABRÉS Y COSTA, ANTONIO MARÍA
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
El Museo del Prado propone con Invitadas “una muestra necesaria y ambiciosa con la que la pinacoteca trata de explicar y compensar en parte casi doscientos años de marginación y desprecio a las mujeres en el mundo del arte” dice su director, Miguel Falomir.
Para que nos situemos, Invitadas cubre el periodo cronológico que va desde las artistas Rosario Weiss (1814-1843) hasta Elena Brockmann (1867-1946).
La exposición consigue dar visibilidad a las pintoras del siglo XIX y primeras décadas del XX y, por otro lado, “explicar el molde patriarcal al que tuvieron que hacer frente”, explicaba el comisario de la muestra, conservador del Área de pintura del siglo XIX, Carlos G. Navarro, durante su presentación.

Así, descubriremos en Invitadas, una primera parte formada por obras firmadas por hombres en los que la mujer ocupa un papel, meramente, de apoyo y una segunda parte donde, ya sí, se muestran obras de autoras de la época, pero que han sido desconocidas para el gran público.
Durante el SXIX las obras que plasmaban a mujeres bajo el ideal burgués, fueron bien acogidas y el estado las legitimó mediante encargos y premios. Todas aquellas que no cumplían los requisitos impuestos por el ideario de la época, eran rechazadas sin más.
En 1847, José Madrazo, director el Real Museo de Pinturas, recibió un encargo para adornar cuatro de las nuevas salas. El encargo procedía de Isabel II y tenía una finalidad claramente política: frente a los Carlistas que negaban el derecho de una mujer a ocupar el trono, los partidarios querían dar visibilidad a la historia de las reinas de España.
De esta manera se producen encargos a pintores de la época para que plasmen a las mujeres como protagonistas de sus obras.

Tras la caída de Isabel II, Juana I de Castilla se convirtió en el personaje preferido de los pintores de historia. Pero las obras que se le dedican, más que reconocer el poder político y su figura como reina, alimentan el mito de su locura y su incapacidad para gobernar.

PRADILLA Y ORTIZ, FRANCISCO
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
A finales del siglo XIX el Estado comienza a mostrar interés por la pintura de denuncia social y los temas de la vida diaria. Las obras validarán las costumbres sociales.
Especial interés, tendrá, en esta época, la educación de las niñas. Se realizan obras que representan escuelas para niñas, donde aparecen aprendiendo junto a sus maestras o compañeras.
También eran habituales las escenas en las que padres y abuelos transmitían los valores morales a sus hijas y nietas. Todo, desde un punto de vista patriarcal y jerarquizado.


FRANCÉS Y PASCUAL, PLÁCIDO
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Los certámenes oficiales se llenaron de obras que mostraban una noción paternalista hacia la mujer. Era lógico pensar que los hombres debían ejercer el control de las mujeres y que éstas no se dejaran llevar por su naturaleza emocional incontrolable. El “ángel del hogar” era bello y dulce pero también débil de carácter.
Así surgen obras como Soberbia o Sed de venganza.
Sed de venganza
GÁRATE Y CLAVERO, JUAN JOSÉ
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del PradoSoberbia
GILI Y ROIG, BALDOMERO
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Otros artistas representaban a la mujer bajo estados de desequilibrio mental o ejerciendo la brujera. Pero siembre unida a estados irracionales para poner el énfasis en el control al que se debían ver sometidas.
Hubo, en cambio, un grupo de artistas, que prefirieron no añadir reflexiones moralistas a la imagen de la mujer y representarlas en escenarios más habituales, como era el ocio.

ALBERTI BARCELÓ, FERNANDO
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Antonio Fillol (1879-1930) fue de los pocos artistas que tomaron una posición pública en defensa de los derechos de la mujer y en criticar las instituciones patriarcales.
Hijo de zapatero, se convirtió en pintor social cuando los intereses sociales iban por otro camino. Reaccionó ante las injusticias a las que eran sometidas las mujeres y dejó testimonio de nuestro pasado.
..convencido de que el arte no debe ser un simple juego de nuestras facultades representativas, sino la expresión de la Vida, me lancé al palanque en la Exposición de 1897 con La bestia humana“.
Antonio Fillol.

Hasta estos momentos, las pinturas que habían tratado el tema de la prostitución lo habían hecho de un modo velado. Fillol , sin embargo, muestra la realidad degradante de la prostitución. En manos de este pintor, la pintura deja de ser neutral para convertirse en un arma de denuncia de la hipocresía social.

Otras escenas que fueron propias de las obras de finales del siglo XIX, eran las que reflejaban la maternidad de la mujer, que era, según el código moral de la época, el ideal de realización femenina.
Pero, por otro lado, los pintores incidieron en el drama que sufrían las nodrizas del mundo rural, las cuales debían abandonar su entorno e incluso a sus hijos para atender a las familias pudientes de las ciudades.

A lo largo del siglo XIX se empieza a cuestionar la concepción tradicional del desnudo femenino. La Academia siguió exigiendo a los artistas la inserción de los desnudos en relatos históricos o literarios.
Pero surgen composiciones que enmascaran las fantasías de los hombres situándolas en escenarios exóticos y remotos. Este es el caso de las composiciones que muestran esclavas y odaliscas.

JIMÉNEZ ARANDA, JOSÉ
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
En paralelo, las representaciones de prostitutas vivieron un momento álgido entre los artistas de la modernidad.
Este tipo de escenas dejaron al descubierto la hipocresía y contradicciones morales que vivía la sociedad. La censura no dudo en perseguir y expulsar del circuito oficial artístico a todos aquellos que representaban obras que tocaban los derechos y libertades de las mujeres y que ponían en entredicho la decencia.
Frente a la imagen de mujer liberada, moderna y sufragista que comenzó a surgir a principios del SXX, algunos círculos salieron en defensa de la tradición.
En 1909 se fundó La Sociedad Española de Amigos del Arte, cuyo fin era fomentar las artes e industrias tradicionales.

Uno de los temas favoritos de la Institución fue la imagen de la mujer española del siglo XVIII. Se regresaba al pasado, al modelo de perfección de la mujer y proliferaron los retratos modernos de mujeres pero llevando objetos de sus antepasadas.
Raimundo de Madrazo y Garreta se convirtió en uno de los pintores de género y retratistas más reputados. Madrazo, atendiendo la demanda del mercado artístico, se especializó en el retrato, refinado y conservador a partes iguales, de bellezas femeninas.

Las mujeres de la alta sociedad internacional, en su afán por ganarse la respetabilidad social, posaron para Madrazo disfrazadas de aristócratas de la corte de Versalles. Varias de sus obras, podemos verlas en la exposición Invitadas.

MADRAZO Y GARRETA, RAIMUNDO DE
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Pero, ¿mientras que hacían nuestras artistas Invitadas?
Todas las obras, hasta ahora, ideadas por hombres ponían en evidencia el papel de la mujer dentro del terreno artístico. Eran espectadoras pasivas, modelos y musas sin opción a protagonismo propio y a demostrar su talento artístico.
La mujer, en general, y la mujer artista vivían en una cultura patriarcal que prohibía la formación especializada, que las llevaba a poder ejercer, sólo, trabajos modestos ligados al hogar.
En el terreno del arte, algunas hijas y esposas de pintores sí recibieron una educación específica. Pero su papel en los atelieres eran, asistir a los pintores hombres y no desarrollar su propio espacio de creatividad. Muchas artistas desarrollaron su trabajo en sus casas a la par que las labores del hogar, pero sin ser reconocidas.

BENOIT, MARGUERITE MARIE
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Cultivar la pintura se convirtió en un complemento más de la formación de toda joven de la sociedad decimonónica aristocrática. Pero al no tener acceso a la formación oficial de Las Academias de Bellas Artes su educación artística se veía limitada a los talleres de otros pintores.
Algunas artistas que pudieron exponer como aficionadas en las exposiciones públicas eran calificadas con tono paternalista como “graciosas y encantadoras”.
Las escasas artistas que desarrollaron una carrera profesional provenían de familia de artistas, pero quedaron relegadas a géneros como la miniatura, el bodegón o el retrato. Estos géneros eran considerados menores por la Academia. También como copistas de los grandes maestros.
Las carreras de nuestras Invitadas se consideraban menores y debían aguantar un trato condescendiente por parte de los pintores.
El género de la pintura de flores y frutas era permitido en las mujeres porque se asociaba con determinadas cualidades y virtudes consideradas femeninas, como la capacidad de observación, la minuciosidad, la delicadeza, el cuidado del hogar, e incluso la castidad.

YKENS, CATHARINA II
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Durante buena parte del siglo XIX, la actividad artística de las mujeres de copistas de los maestros del pasado se convirtió en una actividad lucrativa, que les permitió presentar sus obras en las exposiciones públicas. Muchas de estas artistas estaban inscritas en los libros de registro del Museo del Prado como Copiantas, no como pintoras o artistas.
Entre las copistas femeninas que figuran en los registros se encuentran algunas pintoras que llegaron a alcanzar un considerable reconocimiento público como Rosario Weiss o Emilia Carmena.
Isabel II facilitó con su mecenazgo a las pintoras. Adquirió diversas obras con las que adornó las estancias del Palacio Real.
La presencia de las mujeres Invitadas en los certámenes de pintura fue aumentando a lo largo del S XIX. En la Exposición Nacional de 1887 se presentaron mas sesenta artistas femeninas. La crítica ya no pudo dejar de lado su existencia y comenzó a referirse a ellas como verdaderas pintoras.
Algunas, como María Luisa de la Riva llegaron a alcanzar un considerable prestigio internacional. Al éxito contribuyo que vivía en París, cuya escena artística permitía una participación más activa de las mujeres.

RIVA Y CALLOL DE MUÑOZ, MARÍA LUISA DE LA
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
La fotografía permitió la participación más activa de las mujeres. Desde la década de 1840 muchas artistas se dedicaron a la realización de retratos al daguerrotipo. Parte de las pioneras que vinieron a España, lo hicieron de manera temporal e itinerante, como Madama Fritz, que recorrió la Península ofreciendo sus servicios como retratista.

En las últimas dos décadas del siglo XIX la presencia de mujeres artistas en los certámenes públicos aumentó de manera notoria. La crítica, incluso, llego a reconocer a muchas de ellas considerándolas la “legítima esperanza del arte español”.
Sin embargo todavía había mucho cinismo. Comentarios como que Elena Brockmann pintaba “como un hombre” o que Antonia Bañuelos era “el mejor pintor de su sexo”, dejaban ver que no todo estaba conseguido.

Artistas como Helena Sorolla o Elena Brockmann, pertenecientes a familiar cosmopolitas y que facilitaron su formación, adquirieron cierto renombre. Otras, como Aurelia Navarro sucumbieron a las presiones sociales y personales.

La llegada del SXX revolucionaría el arte y daría el protagonismo merecido a las mujeres artistas. Pero, esa, es otra historia.😉
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Un comentario
graficacuriel
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