
Joaquín Sorolla, cuando la fotografía se convierte en un lienzo.
En 1838 fue presentado y reconocido, con apoyo del Estado francés, el primer daguerrotipo que mostraba una vista del Boulevard du Temple de París. Desde entonces, nada volvió a ser igual en el terreno de la pintura. La forma de pintar, como antaño, llega a su final y se abre todo un mundo de posibilidades creativas.
Cuando no existía la fotografía, los artistas, que veían todo en movimiento, no percibían todos los detalles de la escena. Incluso, si querían pintar a una persona, ésta debía permanecer quieta, a pesar de los cambios de la luz y las sombras que se producían por el paso de las horas y días.
La llegada de la fotografía permitió plasmar a través de una instantánea todo el detalle de una escena y los artistas la utilizaron cada vez mas como fuente para sus creaciones en lienzo. Y los fotógrafos, por su parte, no fueron los enemigos de los pintores. Mas bien, todo lo contrario. Fotógrafos pioneros como Daguerre fueron inicialmente pintores o dibujantes. Y, a su vez, muchos pintores terminaron siendo fotógrafos retratistas para poder sobrevivir.
Los fotógrafos querían ser pintores convirtiendo su fotografía en su lienzo personalizado y hacer fotografías como si de cuadros se trataran. A su vez los pintores adoptaron estrategias fotográficas, como es el caso del pintor Joaquín Sorolla para crear sus pinturas.

La llegada de la fotografía supuso la democratización de la perdurabilidad. Hasta ahora el retrato era un privilegio de reyes y nobles. A partir de la invención de la fotografía, cualquier familia podía inmortalizarse a través de un fotógrafo y colgar la obra en las paredes de su vivienda, a modo de elemento decorativo y recuerdo.
A través de la fotografía ya se puede inmortalizar todo: la familia, los viajes, un paisaje. Porque la magia de la fotografía llega a cada casa convertida en un lienzo o, actualmente, en cualquier otro objeto perdurable al paso del tiempo.

Sorolla se sirvió de la fotografía. Tratándose de un pintor que vivía para capturar el instante de la fugaz luz del Mediterráneo, los reflejos del sol o los gestos de su amada mujer, Clotilde, era impensable imaginar que un invento como la fotografía no iba a revolucionar su obra.

El mejor aliado de Sorolla fue trabajar en el taller fotográfico del que, después se convertiría en su suegro, Antonio García. Fue su mentor y le enseñó a retocar y colorear fotografías tomadas por él. Desde este momento algo de la técnica de la pintura pasó a la fotografía y mucho más, al contrario.
Sorolla se servirá de la fotografía para extraer de lo cotidiano los momentos elegidos como máxima expresión de lo espontáneo de una forma que la pintura no podía. Después, delante de su caballete, la convertía al código pictórico.
El pintor no ocultaba su procedimiento y el ayudarse de la fotografía, no restaba valor a su trabajo, como algunos le criticaron en su momento. Más bien, su inteligencia le llevó a aprovechar un adelanto tecnológico para su propósito artístico. Pronto se dio cuenta de las posibilidades que tenía este nuevo medio.

Pero, Antonio García, no sólo acercó a Sorolla al mundo de la fotografía. Influyó en el carácter progresista y renovador del artista, al incluirlo en las tertulias políticas y culturales que se desarrollaban en la ciudad de Valencia y presentándole como su protegido.
Sorolla perseguirá la realidad en sus obras. Pero, el pintor era un tanto torpe a la hora de la utilización de la cámara de fotos y será Joaquín, su hijo, el que se especializará en el manejo y revelado de las fotografías. No solo tomará las fotografías previas a la realización de las obras que su padre pintaba, sino también fotos del propio artista pintando al aire libre o en el estudio.

Los impresionistas, en su enorme afán por retratar la luz como elemento vivo y mutable y como protagonista real y único de sus creaciones ya habían tenido su gran aliado en la fotografía. Todos hicieron uso de ella, pero es Degas, el que mostrará más claramente la influencia del nuevo medio.
Del mismo modo que Degas y otros impresionistas se dejarán seducir por las bondades del nuevo instrumento, Sorolla adoptará la práctica fotográfica sin dudarlo. Al pintor no le fue ajena la técnica de los Impresionistas a los que llevaba estudiando desde su juventud.
La temática de gran parte de sus cuadros, retazos de esa vida cotidiana al sol en la naturaleza, podría considerarse el punto de partida de su relación con la fotografía. Sorolla prioriza, en su obra, mostrar el tiempo y no tanto el espacio.

De ahí, la importancia del valor de la fotografía, porque sólo a través de ella se puede inmortalizar un momento de forma precisa. Después Sorolla se encarga de traducir la imagen al código pictórico, en forma de dibujos, estudios y esbozos primero y magnificada después en forma de óleo sobre lienzo.
Porque, para Sorolla, aunque esa realidad que se presenta en una imagen tomada en un instante preciso sea irrepetible, no significa para Sorolla que tenga que presentarse tal cual, sino que se puede eliminar lo que no interese.

Otra pista para saber que Sorolla estaba abierto a la utilización de la fotografía, será la elección de la perspectiva y el punto de vista. En muchas de sus obras supera la convención del punto de vista frontal y centralizado clásico, que nos presentaba a las figuras en un primer plano del que era imposible escapar y pone en práctica otros puntos de vista fotográfico, más dinámicos, como por ejemplo el picado.

Sin duda, el rasgo más importante y diferenciador de la obra de Sorolla es la luz, un rasgo que fue también imprescindible para el ejercicio de la fotografía.
Sorolla es considerado uno de los artistas que mejor supieron captar sus cambios, su poder modificador y su influencia sobre personas, objetos y paisajes. La luz blanca mediterránea bañará la obra de Sorolla y a través de sus lienzos es posible apreciarla de forma visual e incluso notar la calidez con la que baña a los cuerpos en la playa.

La escena nos muestra a dos mujeres. Una de ellas ayuda a la otra a desvestirse mientras que a través de las rendijas de la puerta se cuela la luz solar que se posa sobre los cuerpos, el suelo y las paredes. La cortina blanca movida por la brisa dota de mayor luminosidad al interior de la estancia.
La escena es íntima, así que el fotógrafo pintor se convierte en una especie intruso que retrata una escena íntima. En cierta manera, la fotografía tiene ese carácter de indiscreción e incluso de voyeurismo.
La fotografía pretende capturar el instante del movimiento. Un objeto estático se puede observar a simple vista, sin necesidad de dedicarle una concentración extrema. Pero con los cuerpos en movimiento hay que aguzar los sentidos y, aun así, el ojo humano es incapaz de recoger todos los detalles como lo hacer una fotografía.

En 1911, Archer Milton Hungtinton encargó a Sorolla la realización de una serie de cuadros para decorar la biblioteca de la Hispanic Society of America en Nueva York. La premisa es que las obras debían mostrar la realidad española, por zonas y mostrando lo más representativo. Sorolla acepta el encargo y pasa un año viajando y documentandose. Realizará fotografías de carácter documental que le sirvan de modelo para sus cuadros en el estudio.

Sorolla fue también el pintor que dibujo una cámara de fotos para aficionados, la popular Kodak Brownie.

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