
La identidad del Caballero de la mano en el pecho.
El caballero de la mano en el pecho es uno de los más famosos retratos creados por Doménikos Theotokópoulos, el Greco. Es un óleo sobre lienzo pintado hacia 1580 en la primera etapa española. Se desconoce la identidad del caballero retratado, aunque se le ha identificado con varios personajes e incluso con la posibilidad de que fuera un autorretrato del artista.
Sin embargo, Ángel Cerdeño, investigador independiente, publicó un artículo sobre cuál podría ser la identidad de nuestro famoso caballero. Podéis descargar el PDF original para acceder al contenido completo de la investigación.
Pero pongamos en contexto a la obra y su autor.
El Greco vivió en la isla de Creta hasta los 26 años donde aprendió el arte de los iconos y el estilo posbizantino. En Italia tomó contacto con los pintores renacentistas Tiziano y Tintoretto y más tarde con Miguel Ángel. Llegó a Toledo en 1577, donde vivió y trabajó el resto de sus días.

La obra muestra a un caballero de unos treinta años que viste a la moda imperante a finales de los años setenta del S XVI: jubón de seda negra con una blanca y estrecha gorguera que se eleva por detrás de la cabeza del hombre y la enmarca. La figura se recorta sobre un fondo neutro, de un tono gris perla. Sobre el jubón destacan la mano derecha que se posa sobre el pecho y la empuñadura de la espada.

La atracción tanto artística como literaria de este retrato han provocado que se hayan realizado diversas lecturas sobre su posible identificación entre las que se encuentran Miguel de Cervantes, el secretario de Felipe II, Antonio Pérez o, incluso, el tercer marqués de Montemayor, Juan de Silva y de Ribera.
La investigación de Ángel Cerdeño sobre El caballero de la mano en el pecho ha presentado otra alternativa personalizada en la figura de Rodrigo Vázquez de Arce, amigo del pintor.
Su mirada melancólica en el Museo del Prado ha pasado a convertirse en el prototipo renacentista del alma austera y franca de los castellanos. Mucho se ha especulado sobre la desconocida identidad de El caballero de la mano en el pecho, pero es bastante claro, después de revisar los retratos del genio de Toledo, que se trata de Rodrigo Vázquez de Arce, amigo del pintor, a la derecha, más envejecido que en los dos primeros retratos pintados hacia 1580, entre estos San Mauricio, más joven. Es sabido que El Greco utilizaba personajes reales en sus obras religiosas, el parecido resulta evidente: los mismos ojos, nariz, boca, barba y pelo, además los tres llevan una joya emblemática colgada.
LA IDENTIDAD DEL CABALLERO DE LA MANO EN EL PECHO. Angel Cerdeño

Siguiendo con la investigación sobre la identidad del Caballero de la mano en el pecho, nuestro investigador destaca el detalle de “que el hombro izquierdo está más hundido que el derecho, apreciable también en la figura de cuerpo entero de San Mauricio a pesar de su capa. La cronología coincide, ya que el retrato del anciano presidente del Consejo de Castilla se realizó en la década de los noventa, podría tener por tanto veinte años más que el misterioso caballero, nadie mejor para representar el espíritu castellano. San Mauricio, en cambio, estaría más rejuvenecido por la idealización del mártir cristiano al que alude la leyenda de la legión tebana”( Pdf original )

Lo que sí plantean en común todas las identidades atribuidas al Caballero de la mano en el pecho es que giran en torno a una figura prototipo del noble español de la época. Un hombre cristiano, de honor, ciertamente melancólico y sobrio, representante altivo de su clase y de su época. Todo un icono de hidalguía castellana y española.
Pero el Greco no sólo muestra la fisonomía del hombre, también captura la esencia de su posición y sobre todo al caballero cristiano según el canon del retrato de la época de los Austrias, en el que primaba la visión frontal sobre un fondo neutro. El ademán de la mano, que también está presente en los retratos venecianos y centroeuropeos de la época, se utiliza como un elemento que ahonda en el perfil psicológico del retratado.
El gesto de la mano en el pecho parece ser un gesto común de la época como forma de juramento sobre el propio honor o bien como símbolo de elegancia.
Pero la verdadera magia de esta obra se centra en la mirada. Los ojos no miran en la misma dirección y se observa que que el ojo izquierdo tiene un párpado un poco caído y la ceja menos arqueada, como si el personaje mostrara una relativa relajación en relación a la seriedad general del rostro. Esta similitud, tan curiosa, también la encontramos en los retratos de San Mauricio y Rodrigo Vázquez de Arce.

El Greco repitió varias veces este tipo de retrato denso, austero y con gran refinamiento espiritual.
Este desconocido es un cristiano de serio porte y negra vestidura, donde brilla no más la empuñadura, de su admirable estoque toledano
Manuel Machado dedicó un poema a esta pintura, con el mismo nombre.
Este poema de Machado hace referencia a la obra, antes de su última restauración, cuando el fondo estaba oscurecido por la suciedad y la oxidación del barniz. Tras su restauración, el fondo ha recuperado su luminosidad y tono gris y está expuesto en el Museo del Prado, donde podéis admirarlo en persona.
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