
Miguel Ángel Buonarroti, cuando la escultura se convierte en el arte más sublime.
Miguel Ángel Buonarroti llevó el concepto de artista a la consideración de persona excepcional. Fue un creador con una visión radical de la obra de arte. Un hombre de una importante capacidad física y pasional, llamada terribilità. Esta acepción procede de un vocablo italiano, que los contemporáneos del artista, Miguel Ángel Buonarroti, en el siglo XVI, utilizaron para definir el estilo grandioso y potente con el que el artista creaba sus esculturas, que poseían un vigor y una mirada terrible llena de ira.
La idea de este hombre extraordinario era componer en función del cuerpo humano y de sus proporciones perfectas, en la diversidad prodigiosa de sus actitudes y en la totalidad de pasiones y arrobamientos del alma.
Giorgio Vasari.
Miguel Ángel Buonarroti fue una persona compleja y con una larga vida, difícil de plasmar en un solo artículo. Fue un artista tan versátil y completo que, en este artículo, nos centraremos en su vida y obras principales. En próximos artículos nos acercaremos al artista a través de obras concretas. Mientras, si te interesa este artista, puedes aprender más en Clases de historia del arte Madrid presenciales y online
Miguel Ángel Buonarroti, llamado el Divino, nació en 1745 y poco después la familia se trasladó a Florencia. Su madre Francesa murió cuando el niño solo contaba con seis años. El pequeño artista sufre una dolorosa perdida que, tal vez, inspiró la belleza llena de contradicciones y tormentos que se reflejó en todas sus obras.

La ciudad de Florencia estaba, a finales del SXV, bajo la tutela de los Médicis y era la más culta y vibrante de toda Europa. En ella convivían pensadores, poetas y pintores además de políticos y clérigos.
A esta ciudad erudita llegó Miguel Ángel Buonarroti, junto a sus cinco hermanos. El joven artista, animado por su amigo Francesco Granicci, quería dedicarse a la pintura, aunque en aquella época era una profesión poco reconocida, de ahí que mantuviera grandes discusiones con su padre por la ocurrencia.
Finalmente, su padre y cuando Miguel Ángel contaba con 13 años, pagó al maestro Doménico Ghirlandaio para que le aceptará en su taller.
El pintor juzgó “que había en el muchacho ingenio suficiente para llegar a ser experto y admirable en este arte”.
Giorgio Vasari
Aquí, aprendió los recursos técnicos de la pintura al fresco y dibujo. Pero, aunque era joven, el artista en ciernes, ya tenía sus propias ideas sobre el dibujo. Por ello, contravino las enseñanzas del maestro y provocó conflictos, en el taller, con sus propios compañeros.
Se dedicó a visitar las principales iglesias florentinas, donde estudió a los grandes maestros del pasado: Giotto, Masaccio, Donatello y los antiguos escultores griegos.
Los conflictos con su maestro aumentaron, de forma que, con quince años, Miguel Ángel entró a formar parte del Jardín de los Médicis, bajo la tutela de Bertoldo di Giovanni. Aquí descubrió que la escultura era el arte mas sublime, para él.
Al establecer su arte en base a la construcción de la figura humana, la escultura le permitía representarla en tres dimensiones para dar volumen a sus cuerpos, aproximándose, así a la realidad.
La primera escultura del joven Miguel Ángel Buonarroti, fue la cara de un viejo inspirada en la máscara de un fauno y sorprendió tanto a Lorenzo de Médicis, que trasladó al joven artista a su corte de artistas.

En la corte, Miguel Ángel, tomó contacto con una serie de intelectuales, inspirados por el espíritu griego y las ideas que situaban al hombre en el centro del universo.
El artista quería profundizar hasta el último de los secretos de la anatomía humana, para lo cual pagó por la compra de cadáveres humanos, que diseccionaba y dibujaba hasta el último detalle. Así aprendió sobre la mecánica de los gestos y detalles mas pequeños del ser humano.
La figura humana es la única protagonista. El artista logró que su modelo de ser humano fuera fuerte, enérgico y expresivo, totalmente alejado de la normativa clásica. En su obra se fusionan dolor, ira, pasión, furia, pero también los sentimientos de amor y ternura.
Esta fuerza, Miguel Ángel, la plasmó en los cuerpos de los hombres y mujeres. Este modelo, le sirve para plasmar a dioses y hombres, no hizo distinción y humanizó a la divinidad. Los seres celestiales que pinta no son rígidos, ni tienen corona. Son como los hombres.

Esta forma de representación alejada de la omnipresente forma clásica llevó a Miguel Ángel a sufrir muchos quebraderos de cabeza y dudas, aunque prevaleció lo que pensaba y sentía a la hora de materializar su obra.
Poco a poco, Miguel Ángel, fue ganando prestigio en esta ciudad que permitía la libertad y la creatividad.
A finales del SXV, en Florencia, comenzó a destacar la figura del fraile dominico Girolamo Savorarola, contrario a los Médicis y al absolutismo papal que promovían y que imponía una iglesia que albergaba a prostitutas y ladrones.

Savonarola, rechazó el cargo de dignatario de la iglesia, que el Papa Borgia le ofreció en un intento de solucionar la situación y siguió con sus virulentos sermones.
Estos discursos llevaron a Miguel Ángel a tener pensamientos contradictorios sobre la lucha de la fe y el conocimiento y llegó a preguntarse si la belleza era una forma de pecado y si debía evitar la exhibición del cuerpo humano, tal y como decía el fraile que, a su vez, defendía la vuelta al arte sacro y la destrucción de todo arte pagano.
La caída de los Médicis llevó al artista a huir a Venecia y después a Bolonia. Pero, finalmente, volvió a la Florencia de Savonarola, donde seguía la lucha por las dos concepciones de la vida y el arte.

Pero, el artista, sentía que su pasión era la libertad y que sólo a través de ésta podía admirar y reproducir la belleza que, finalmente, le llevaría a Dios.
El esplendor de la belleza de la que me había enamorado debía, dirigiéndose al corazón, provocar una luminaria de inmortal tormento; cómo podría extinguir voluntariamente esa luminara de mi mirada..
Miguel Angel.
Finalmente, Miguel Ángel abandonó Florencia para llegar a Roma. El cardenal Bilhéres le encargó la realización de una escultura que, según la crítica ha sido su primera gran obra maestra. Hablamos de La Pietà (1499)

Miguel Ángel Buonarroti consideraba que un artista podía expresar cualquier idea en piedra. La Pietà es la única escultura que firmó el artista porque tal y como firmó en el contrato “la obra seria tal, que ningún maestro de la época podría hacerla mejor” (Miguel Ángel Buonarroti. Colección Grandes maestros de la pintura)
En 1501 regresa a Florencia , donde comenzó a esculpir su David, para lo cual le dan un bloque de mármol enorme que había sido entregado, anteriormente, al artista Agostino di Duccio.
El David de Miguel Ángel, frente al sensual David de Donatello, con ese ceño y frente fruncidos y una mirada dura y descarada, representa al héroe que necesitaban los ciudadanos de la República de Florencia frente a las amenazas.

En marzo de 1505, Julio II le encargó la realización de su monumento fúnebre. El artista proyectó un grupo arquitectónico y escultórico monumental que aclamaba el triunfo de la Iglesia.
El escultor, entusiasmado con esta obra, permaneció en Carrara un tiempo para la elección de las piezas de mármol. Al regresar a Roma, el Papa había perdido interés por el proyecto, en favor de la reforma que Bramante llevaba a cabo en la Basílica de San Pedro.
Miguel Ángel, contrariado, abandonó Roma y volvió a Florencia. Tuvo que regresar a la gran ciudad en 1506 después de varias llamadas por parte del pontífice y de la amenaza de excomunión.
En mayo de 1508, aceptó dirigir la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, cuyos frescos concluyó cuatro años más tarde, después de un trabajo solitario y tenaz.
Después de la muerte de Julio II, en 1513, el artista hizo un segundo intento de seguir con la obra del mausoleo del pontífice y a, tal fin, esculpió las dos figuras de los Esclavos y el Moisés.

Tras el saqueo o saco de Roma en 1527, realizado por las tropas alemanas y españolas de Carlos V, los Médicis son expulsados de Florencia. Se instauró en la ciudad el gobierno de la nueva República Florentina, de la que Miguel Ángel formó parte, como un hecho meramente anecdótico.
En 1530, tras la caída de la República y con el perdón del Papa Clemente VII reemprendió los trabajos de la Sacristía Nueva y del sepulcro de Julio II.
En 1534, volvió a Roma ya que la nueva situación política de Florencia no le gustaba. Aceptó el nuevo encargo de Clemente VII para trabajar en el altar de la Capilla Sixtina y donde, entre 1536 y 1541, realizó su magnífico Juicio Final o el Dia del Juicio.

En esta obra afloró todo el tormento que devoraba el alma del artista. Sus personajes manifiestan la terribilità o fuerza sobrehumana. Destaca, muy visible, en la figura de Cristo, que es plasmado con un cuerpo atlético como el de un dios grecorromano y que es la figura central de la composición.
El resto de los personajes, ángeles y demonios están inspirados en el Canon Hercúleo con cuerpos musculados y desarrollados.
La composición caótica acentúa la angustia y el fatalismo de la escena. Todas las figuras parece que se amontonan en un primer plano, sin perspectivas ni paisajes. Los colores utilizados se contraponen a la armonía clásica del Renacimiento y son vivos y contrastados por las luces y las sombras.

El fresco causa gran admiración, pero también críticas por aquellos cuerpos desnudos, considerados inmorales y fuera del dogma cristiano de la época y el artista es acusado por el maestro de ceremonias del Papa por hacer una obra deshonesta.
Esta hipocresía puritana llevó, en 1559, a que el artista Daniele de Volterra, por orden del Para Paulo IV, cubriera todos los cuerpos desnudos con braggettoni. Esta tendencia de vestir aquellos cuerpos que Miguel Ángel había concebido como desnudos, fueron tapados durante el SXVIII y fue en 1890 cuando volvieron a ser restauradas tal y como las había creado el propio artista.
Miguel Ángel vivía en un constante desasosiego cuando conoció a Vittoria Colonna, marquesa de Pescara. Sería una persona importante en su vida y a la que le dedicó sus mejores sonetos, porque nuestro artista también escribió.
La marquesa era una mujer culta y refinada que cultivó la prosa y poesía renacentista. Fue el amor platónico de Miguel Ángel y la única mujer en su vida, ya que nunca consumaron su amor. Pero, sí, fue una guía espiritual y moral para el artista, al que ayudó, comprendió, amó y, sobre todo, calmó ese batallar constante que Miguel Ángel tenía dentro de sí y le permitió afrontar su ancianidad con más calma.
En 1535, Paulo III, nombró a Miguel Ángel, arquitecto, escultor y pintor del Vaticano. El artista comenzaría esta etapa con una fuerza renovada, a pesar de su edad. Se encargó finalmente del proyecto de construcción de La Basílica de San Pedro, su obra cumbre como arquitecto.
A partir de la década de 1560, los achaques de la edad fueron constantes y el 18 de febrero de 1564 murió.
“Dejo mi alma en manos de Dios, doy mi cuerpo a la tierra y entrego mis bienes a mis parientes más próximos.”
Últimas palabras de Miguel Ángel antes de morir.
Aún después de muerto, su rebeldía le persiguió. Mientras que el Papa Pio IV quiere enterrarle en Roma, el deja escrito en su testamento que le lleven a Florencia, donde fue enterrado, finalmente, en al sacristía de la Iglesia florentina de Santa Croce.
En su testamento deja orden de que todos los bocetos y proyectos de sus últimos días sean arrojados al fuego tras su muerte.
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