Retrato de Sonia de Klamery. La aristócrata femme fatale.
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Retrato de Sonia de Klamery. La aristócrata femme fatale.

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Hermen Anglada Camarasa, nació en 1871. Fue uno de los artistas españoles más apreciados y con éxito a nivel mundial de comienzos del siglo XX. El retrato de Sonia Klamery es una de sus obras más famosas y un documento gráfico del papel de la mujer de la época.

Esta obra sobre Sonia Klamery plasma a la Condesa de Pradère, de la que poco más se sabe. Es uno de los retratos más sensuales del autor. En el que se rastrean diversas influencias artísticas como el fauvismo, el simbolismo y el Art nouveau.

Retrato de Sonia de Klamery. La aristócrata femme fatale.
Detalle del Retrato de Sonia de Klamery por Anglada Camarasa.

La modernidad de primeros de siglo nació llena de promesas de progreso e igualdad para las mujeres pero también augura nuevos modos de dominación.

Los textos de la Institución Libre de Enseñanza, impulsaron la modernidad en España en los comienzos del siglo XX. Venían ilustrados con imágenes de mujeres practicando materias que eran exclusivas de los hombres, por ejemplo, las matemáticas.

Los hermanos Lumière retrataban la nueva realidad social de hombres y mujeres saliendo de la fábrica en el amplio proceso de industrialización.

Por contraste, las femmes fatales retratadas por Pablo Picasso, Anglada Camarasa y Julio Romero de Torres, nos hablan del papel de la mujer y lo femenino como fetiches de la psicología del artista hombre de principios de siglo. Un periodo en que las mujeres luchan por conquistar una nueva posición tanto en el espacio público como en el privado.

En este contexto podemos entender la obra de Anglada Camrasa, El retrato de Sonia de Klamery.

Las damas de 1900 salían mucho. Disfrutaban de la vida social junto a sus maridos, a pesar de que solo lo hacían a nivel anecdótico como un elemento decorativo.

Pero esta vida social resultó ser un elemento importante para producir un cambio de mentalidad en ellas. Se mezclaban con otras clases sociales. Las drogas, la homosexualidad y el erotismo eran propias de las fiestas de las mujeres snob de clase alta.

Poco a poco, la dama de clase alta se introdujo ideológicamente en los ambientes propios de la femme fatale, esas mujeres de belleza maldita. Fue el snobismo el que llevó a Sonia de Klamery y a otras de su condición a querer ser representadas y retratadas como femme fatale.

Retrato de Sonia de Klamery. La aristócrata femme fatale.
La gata rosa. 1908. Anglada Camarasa

Era el momento en el que mujeres como Victoria Woodhull reclamaban derechos sexuales para las mujeres. Esta nueva mentalidad que, hasta ahora estaba reservada a la «femme fatale», también afectó a la gran mayoría de las damas. Las mujeres quisieron despojarse de ese aspecto mitológico con el que eran representadas en el mundo del arte, hasta estos momentos, y adquirir esas poses mas peligrosas, como mujeres de mundo. Realmente, estaban adquiriendo su propia conciencia e individualidad.

Anglada Camarasa se sintió atraído desde niño por la pintura pero, parte de su familia, intentó evitar que se dedicara a la carrera artística. A los quince años, sin embargo, su madre le permitió ingresar en la Escuela de la Llotja y comenzó a estudiar arte bajo la tutela de Modest Urgell.

En 1897 viajó a París por primera vez y entró en contacto con artistas como Toulouse Lautrec y Gustaw Klimt.

Mientras en sus primeros años su producción estaba cercana al academicismo de su mentor, en París comenzó a acudir a clases en la Académie Colarossi y en la Julian.

Retrato de Sonia de Klamery. La aristócrata femme fatale.
Le paon blanc. 1904. Anglada Camarasa

Su estilo cambió de forma radical. En las clases nocturnas de la academia Colarossi conoció al artista peruano Carlos Baca-Flor, y gracias a él se adentró en los círculos artísticos más modernos, al mismo tiempo que descubría la deslumbrante y seductora vida nocturna de París.

Unos años más tarde se produjo un hecho de gran importancia para la evolución del estilo de Anglada Camarasa: la llegada en 1909 del ballet ruso de Diáguilev a París, con Nijinski y la Paulova.

Este suceso fue el verdadero punto de inflexión en su estilo, tal como se aprecia en su obra El retrato de Sonia de Klamery».

Este evento constituyó un acontecimiento social y artístico que revolucionará gustos y costumbres. A Anglada Camarasa le impactarán profundamente los decorados y los vestuarios, con sus vivísimos colores naranjas, fucsias, verdes…, hasta tal punto que a partir de entonces en sus retratos femeninos las tonalidades pálidas darán paso a los brillos multicolores.

Retrato de Sonia de Klamery. La aristócrata femme fatale.
Desnudo bajo la parra. Anglada Camarasa

Lienzos como El retrato de Sonia de Klamery muestran hasta qué punto es determinante, para el resultado final de los óleos de Anglada Camarasa, un concepto plástico basado en la preeminencia del color, que, aplicado con abundancia de materia, divide el espacio pictórico en ritmos lineales y superficies coloreadas.

La carga erótica y sensual de esta obra provocan una atracción magnética basada en detalles como la silueta serpentina, los labios rojos, la mirada penetrante, el tocado del cabello y la media sonrisa que le dan un halo misterioso y erótico ampliado por ese entorno selvático que envuelve el paisaje.

«Pavos reales azules, con su cola de fuego, legumbres líricas que herborizan entre los árboles, rosas blancas del tamaño de lo monstruoso y guirnaldas desconocidas como collares flojos en el cuerpo de la noche. La bella lleva el pelo en caracolillos sobre la frente, la ropa en una envoltura de objetos, miniaturas y colores, y ha hecho su hamaca de pájaros rayados y flores violeta. La bella lleva los hombros desnudos, los brazos y el torso blancos como la noche, tomados de luz de luna, y los ojos grandes, excesivos, ojos nocturnos que iluminan una nariz breve y una boca roja. La bella es Sonia de Klamery, condesa de Pradère».

Así describía este cuadro Francisco Umbral, en 2003, en uno de sus artículos literarios dedicados al pintor catalán Anglada-Camarasa.

Esta obra se encuentra actualmente expuesta en el Museo Reina Sofia de Madrid, en la sala 201 y forma parte, además, de la colección permanente del museo, de un itinerario especial sobre «Feminismo Una mirada feminista sobre las vanguardias». Este itinerario pretende despertar una nueva mirada hacia las obras de principios del SXX.

Retrato de Sonia de Klamery. La aristócrata femme fatale.
Otro retrado de Sonia de Klamery.

Muchas damas fueron retratadas posando postradas, con miradas misteriosas, ojerosas, extravagantes, sensuales, poderosas, motivadas por un snobismo que atraía a todas las elegantes.

La Sibila. Anglada Camarasa

Anglada Camarasa fue el gran pintor olvidado, aunque, en 1901, tras participar en la Exposición Internacional de Dresde obtuvo renombre mundial. Gran parte de su obra esta adscrita al modernismo y a la Belle Époque, sin embargo, supo aproximarse moderadamente a las vanguardias.

«Acantilado en Formentor» 1936. Anglada Camarasa

Al estallar la I Guerra Mundial en 1914, Anglada-Camarasa decide volver a España y se instala en Mallorca. El artista recibe por estas fechas una invitación para participar en la Bienal de Venecia, enviada por el síndico conde Grimani.

Esta participación en Venecia sería la última gran manifestación europea de Anglada en muchos años. Se vio privado de continuar exponiendo por ser un refugiado forzoso en España y su estilo comenzaba a quedarse atrás de la modernidad de las vanguardias.

Granadina. 1914. Anglada Camarasa

La pujanza de las nuevas vanguardias hizo que su obra quedara relegada a un segundo plano en el continente, aunque no sucedió lo mismo en América, donde fue bastante famoso.

Gran parte de su obra está adscrita al modernismo. Se aproximó de forma moderada a las Vanguadias de la primera mitad del SXX, pero nunca abandonó el cierto toque impresionista que tenían sus obras.

Murió en 1959 en Puerto de Pollensa(Mallorca).

En 1967 su casa se abrió al público como museo privado. En 1991 su obra conservada en dicho museo fue adquirida por la Fundació La Caixa. Actualmente su obra se exhibe en la sede de la Fundació La Caixa de Palma de Mallorca, conocida como el Gran Hotel.

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